Mayte Alvarado: crear una historia para un paisaje

Ha querido la casualidad que María me escribiese para invitarme a “Las entrañas del texto” aproximadamente un año de después de que diese por terminado el proceso de creación de “La isla”. Abordo este breve texto sobre ese proceso con ánimo de celebración y también como una bonita forma de cerrar el círculo, de pasar de etapa, de avanzar.

Lo que una autora comparte es el resultado en forma de libro, cómic o novela gráfica en este caso, de una serie de decisiones, hallazgos y caminos tomados frente a otros desechados. Así lo veo yo al menos. El proceso forma parte de la intimidad de una y raramente se tiene la oportunidad de compartirlo.

¿Cuál es el origen de “La isla”? ¿Dónde establecer el punto de partida? Como en otros de mis trabajos, en una imagen que me ronda la cabeza. En este caso será un paisaje.

Estos son los primero bocetos de “La isla”, me han acompañado durante todo el proceso colgados en el corcho de mi zona de trabajo. El mar y las rocas simplificados al máximo y alejados de una representación naturalista. Convertidos en formas ondulantes y masas de color en constante cambio. Crear una historia para ese paisaje, esa es la idea.

Rescato entonces una historia antigua que nunca me llegó a convencer, algo le faltaba. Le faltaba su paisaje. El entorno por el que deambulan los personajes y que se relaciona íntimamente con ellos, con su devenir. Creo que en ese momento yo aún no lo sabía, pero esa relación terminará siendo uno de los ejes principales de “La isla”. Un proceso que va desdibujando los límites entre ambos hasta que ya no podemos distinguir si el paisaje es una prolongación de los personajes o si es la isla la que les da forma y sentido.

No trabajo con un guión cerrado ni muy elaborado. Una escaleta con una breve descripción de lo que sucede en los diferentes capítulos que conforman la historia me sirve de guía para no perderme. Me gusta dejar espacio para cambios, para introducir algunas de las ideas que me voy encontrando mientras trabajo. No tomo notas por escrito, prefiero tomar apuntes rápidos dibujados de lo que se me va ocurriendo. 

Soy extremadamente desordenada y mis libretas de trabajo son una buena muestra de ello.

En la misma libreta, encuentro bocetos y esquemas de página de “La isla” mezclados sin orden ni sentido con los de otros trabajos: apuntes de un libro ilustrado, de un cómic corto que nunca llegó a publicarse, de uno que sí… Abro la libreta por cualquier punto y comienzo a trabajar en la primera página en blanco que encuentro, eso explica el desorden. Mis bocetos son confusos, dibujo unas cosas encima de otras, apunto medidas y referencias.

A lo que más tiempo dedico es a los esquemas de página: unos bocetos muy básicos y sencillos de cómo estarán distribuidas las viñetas y que me ayudan a establecer el ritmo visual y a que la narración gráfica sea fluida. “La isla” está contada con imágenes más que con palabras y los textos, que son pocos, los añadí a posteriori, cuando ya tenía las páginas acabadas.

El color es otro aspecto importante de “La isla”, no solo tendrá una función estética si no también narrativa y expresiva. Los colores cambiaran en función de los personajes, de lo que esté sucediendo en cada momento. Los colores tienen su significado, los asociamos a determinadas emociones, son una forma más de comunicarte y de contar la historia. Las pruebas de color las realizo aparte, en el mismo papel que luego usaré para las páginas definitivas.

A partir de la paleta de color principal, formada por tres tonos en la misma gama de azul para el mar y seis de ocres y marrones para las rocas, voy haciendo modificaciones para las restantes. Asocio los colores de manera instintiva a las diferentes situaciones o personajes: turquesas para la joven, azules y grises más oscuros y apagados para el loco, amarillos y verdes para el recuerdo, violetas para la tormenta, rojo para el atardecer y el deseo.

Las páginas de “La isla” están realizadas con acrílicos, que es mi técnica favorita y con la que estoy más cómoda. Para evitar retrasarme por el tiempo de secado de las capas de pintura suelo trabajar dos páginas al mismo tiempo, normalmente las que van juntas y así evito también diferencias de tonalidad entre las mezclas de pintura y consigo que los esquemas de color queden más sólidos. Cuido mucho los originales y procuro que sean definitivos, que no tenga que hacer retoques o modificaciones posteriores con el ordenador, tan solo escanear y montar en la maqueta. Para mí “La isla” está en esas páginas originales, es con las que establezco un vínculo y donde aprecio mi trabajo. El libro es un reflejo de ellas.

¿Cuándo das por terminada una obra? Cuando ya no tienes nada más que decir sobre ella, creo. Cuando todo añadido te parece superfluo y que no aporta nada a lo que ya has hecho. Y en ese momento acabé “La isla”.

Mayte Alvarado (Badajoz, 1978) es autora de cómics e ilustradora. Codirigió la editorial independiente El Verano del Cohete donde publica sus primeros trabajos, entre ellos su primer cómic “E-19”(2015). Ha ilustrado libros como “La casa de Bernarda Alba”(Clásicos Alfaguara, 2017) o “Escrito al margen”(Avenauta, 2019). Ha publicado historias cortas como “El barco”, seleccionada en el I Concurso Nacional Biblioteca Insular de Gran Canaria y publicada en el tomo recopilatorio “En corto”(Astiberri, 2018) o “Jardín”(GQ España, 2019). En junio de 2021 ha publicado en la editorial Reservoir Books “La isla”, su cómic más extenso y complejo hasta la fecha. En “La isla” podemos encontrar sus señas de identidad como autora, una historia marcadamente atmosférica con predominio de lo visual sobre la palabra y que se apoya en la poética de la imagen y su valor evocador.

Lucía Gómez: Hablar de ellos es hablar de nosotros

fotografía de José Castro

Precedentes

El 23 de mayo de 1939, Lucas García Castillo, mi bisabuelo, fue fusilado en las Caleras en el término de Talarrubias, Badajoz. 

Su ausencia lleva acompañándome desde que empecé a entender su historia y los “Ay, mi padre” de mi abuela. Por eso, desde hace años, he querido recuperar su historia y poner en valor su memoria a través de los proyectos artísticos que he ido desarrollando en la carrera.

Los primeros trabajos que realicé estaban única y exclusivamente dedicados a él.  23 de mayo fue un diario hecho a mano recopilando toda la información sobre su vida y desaparición. Quise materializar su memoria en un objeto, escribir su historia silenciada y guardar sus recuerdos; desde lo más común hasta la documentación aportada por la ARMH y hojas en blanco como símbolo de esperanza por si en un futuro pudiéramos acabar con su ausencia.

Pinto fosas para que así no se olviden , fue el proyecto que me abrió la puerta al colectivo. Quise conocer la historia de las personas que están en su misma situación. Dirigí este, a las fosas localizadas en el cementerio del Guadalajara y realicé cuadros de las flores que me encontré en su superficie. Fue aquí donde nació mi fijación por utilizarlas como un elemento representativo en toda esta lucha, atendiendo a la ausencia de tumba, por lo tanto ausencia de honra. Se conformó como una instalación y debajo de cada cuadro habría pétalos con los nombres de las víctimas.

Con este último trabajo comprendí que pertenezco a un colectivo y que la ausencia provoca comunidad. 

En nuestra familia nos encontramos con otro problema a parte de su desaparición: la no-ubicación, la fosa de mi familiar no está marcada en el mapa. Este proyecto se iba a enfocar únicamente hacia él, quería viajar a Talarrubias, su lugar de origen e intentar encontrar un resquicio de su historia y materializarla a través de mi obra artística. Debido a la situación y las restricciones entre comunidades por el COVID-19, acepté que tenía que adaptar el proyecto a las circunstancias. 

Por ello este trabajo surgió de la búsqueda de otras similares para hallar un lugar común pero no propio, donde llorar y honrar su memoria. Mi proyecto trata de lo colectivo, por que entre los similares a mi familiar y a mis circunstancias encuentro el consuelo que se necesita en estas situaciones. Me volví a poner en contacto con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica para encontrar una fosa lo más cerca de Madrid y estos me dirigieron a las localizadas en Manzanares, Ciudad Real. He trabajado con las 288 víctimas que se encuentran en las dos fosas, tratándoles como algo personal, porque ¿Y si estuviera mi bisabuelo allí? Compartimos la misma lucha en la que todos y todas sufrimos sus ausencias. 

El por qué de este trabajo se debe a varias causas, existe una problemática muy compleja que lleva enquistada muchos años y aun despierta recelos y suspicacias en nuestra sociedad. Creo que ante la escasez de justicia lo mínimo que se merecen es atención. 

Es un intento de mejorar, desde la creación artística, la sociedad en la que vivimos, defendiendo un arte comprometido, arriesgado y cargado de argumentos para hacer al espectador reflexionar, volver la vista al pasado para recordar, rememorar y de algún modo recuperar esa parte de la historia que se ha ido diluyendo por el olvido impuesto. 

El último motivo es que me siendo en deuda con la ausencia de mi familiar y con la espera interminable de mi abuela. Lo he hecho para paliar el dolor que esta última ha tenido que sobrellevar sola, por empatía, para acompañarla y participar en su duelo. 

Proceso de creación

El 16 de marzo pude acercarme y conocer a familiares de desaparecidos cómo Pedro y Pilar, quienes me explicaron lo ocurrido y me señalaron las fosas. 

Las personas no católicas no podían estar en campo santo por eso sus cuerpos se encontraban justo fuera del cementerio, pero con la ampliación de este, el muro se trasladó dejando su ubicación dentro. Quise salir del cementerio y ver el muro desde fuera para conocer la última imagen que las víctimas pudieron ver y me encontré con un sembrado verde precioso, pero ninguna flor. 

Siempre he tenido muy presente la impotencia de mi abuela de no poder llevar unas flores a su padre y fue en ese momento en el que nació la idea. Las 288 personas merecían una flor que les honrase y mantuvieran su recuerdo.

Hablar de ellos es hablar de nosotros es un proyecto artístico dedicado a las víctimas que continuan en fosas comunes en España. Su formalización consta de la “manta de flores” en la que se apela a las víctimas a través de sus nombres como única pertenencia y las flores como elementos activadores de la memoria, juntos representan el gesto interrumpido de llevarles flores a nuestros difuntos.

Está formada por 288 retales con los nombres estampados junto a una flor natural, recubierta de tul y cosido a máquina. 

En la parte derecha inferior se encontraría unido por medio de hilos, un bastidor de 18cm de diámetros con la imagen serigrafiada de Lucas Garcia Castillo, mi bisabuelo.

Como he mencionado antes, el proyecto no solo se centra en volver a hacer presente el conflicto, sino que también se quiere reivindicar la doble ausencia que sufre mi abuela: su desaparición y no poder señalar un punto en el mapa. 

 La ubicación de las 288 personas ha quedado materializada como video proyectado, en el que se ve el muro y el lugar donde un día estas personas perdieron la vida, reiterando a su vez un suceso que se repitió por  todo el territorio español y sufrido igualmente por mi antepasado. 

 He introducido mi no-ubicación, a través de la única imagen que conservamos de mi bisabuelo, estampada serigráficamente en tela y recogido en un bastidor. Este estaría dispuesto al margen de la “manta de flores”, apartado teniendo una lectura totalmente distinta. 

Conectado con hilos a sus similares pero separado por sus diferencias.

A parte de la anécdota del sembrado sin flores que fue la semilla de todo el trabajo, el proceso ha sido lo más importante personalmente. 

Ahora lo veo con perspectiva, pero he estado un mes y medio cosiendo, recogiendo flores, secándolas y colocando letra a letra los nombres de las 288 víctimas. 

Era como un ritual, recortaba la tela, recortaba el tul, estampaba el nombre y elegía la flor. Después con la máquina sellaba los 4 bordes, recortaba lo sobrante y listo. 

Se me hacia repetitivo, no lo voy a negar, pero al mismo tiempo leía sus nombres recogidos en una lista en orden alfabético, hermanos, padres, primos… eso ha sido lo que más me ha marcado. Todos hombres, ninguna mujer. Un gran abanico de edades y de profesiones… 

Es muy triste, ha sido un proceso que cuando ya controlaba lo mecanicé y muchas veces se me olvidaba lo que estaba haciendo y me desesperaba por querer terminar. Por culpa de las fechas de entrega y de mi propia exigencia me olvidaba y en varios momentos no pensaba lo que hacía. Pero al acabarlo fui consciente, que a mis pies, colocados estaban sus nombres y sus historias. Que uno de esos podría ser mi bisabuelo y se merecen mucho más que unas flores. 

 ¿Quién les iba a decir que después de 80 años una chica iba a honrarles con una humilde flor? 

Nunca tendré respuesta pero sus familiares me lo han agradecido como si fueran ellos mismos. El 27 de mayo pude ir a la exhumación. Las caras, los lloros y las miradas de agradecimiento no se borrarán de mi memoria. La acogida en redes, cientos de personas dedicando unos minutos de su vida y sus palabras a mi trabajo, ha sido increíble y me ha hecho comprender que no estoy sola. Que no hace falta tener un desaparecido para comprenderlo. No es que seamos unos pocos, no es que no hagamos ruido, es que no quieren que se nos oiga. 

Por supuesto, tuve mis primeros haters, echándome en cara que por qué no había dedicado mi atención a los fusilados en Paracuellos. No entendieron nada de mi trabajo. No pretendo confrontar, sino hacer una llamada de atención a un problema que nuestra sociedad ha olvidado. Y así estamos, blanqueando del fascismo y permitiendo actitudes y discursos sin empatía que lo único que hacen es avivar más la llama, distanciar más a los dos famosos bandos y odiar al resto por pensar distinto. 

Creo que el arte se tiene que encargar precisamente de ayudar a estas luchas, en la parte teórica del TFG he tenido que investigar sobre mis precedentes y puedo confirmar que aún existe la necesidad en el arte de tratar estos temas, que parece que molesta hacer obra sobre la memoria, pero realmente cuando después preguntas sobre una obra conmemorativa hacia las víctimas, algún espabilado contesta: el Guernica. Hay mucho más: Fragmentos de Doris Salcedo (por decir una pero cualquiera de sus obras trata la memoria y la víctima), El mirador de la memoria de Francisco Cedenilla, Oscura es la habitación donde dormimos de Francesc Torres, La luz se propaga en el vacío de Paula Rubio Infante… 

De ellxs he heredado la responsabilidad como artista de preocuparme por este tipo de cuestiones y el panorama político actual es idóneo para argumentar que todavía no se han superado estos problemas, siguen habiendo rencores y las heridas continuan abiertas.

He heredado y aprendido a apoyarme en lo colectivo para que mi historia personal resuene y hacer que sus voces en vez de ser susurros pasen a ser gritos que confirmen su existencia. 

Para terminar decir que con este trabajo por fin he convivido con historias similares, he podido entablar conversaciones y expresar lo que llevo años sintiendo sola. Estaré eternamente agradecida a todas las familiares del Manzanares y a la ARMH por valorarme, darle visibilidad al trabajo y por del cariño desde el primer momento. 

Mi bisabuelo se llamaba Lucas García Castillo, soy bisnieta de un desaparecido. 

No sabían que lo que enterraban eran semillas.

*vídeo de la instalación aquí

Lucía Gómez (Madrid, 1999) licenciada en 2021 en Bellas Artes por la universidad Complutense de Madrid. Colabora en el Museo Pedagógico de Arte Infantil en la misma universidad, cuyo proyecto “Yo x ti, Tú x mi” ganó el premio al compromiso universitario UCM. También ha participado en el proyecto de Aprendizaje y Servicios “Sin Perfil” junto a la asociación San Martin de Porres. La obra de Lucía gira en torno a la recuperación de la memoria centrada en La Guerra Civil española y posguerra.